Este es el mar
tan violento y lúgubre
con su vocación intempestiva,
con su afán de sal y epitafio,
amurallando la tierra.
Oh máquina de olas eternas
que van y vienen,
déjame contarte
que tantos somos
en esta jaula de carne,
los que también habitamos
esta ciudad feble.
Y aquí nuestro arbitrio,
y aquí nuestra temporalidad,
y aquí nuestros dolores de hombre moderno:
domicilios, economías y profesiones.
Jamás sabremos cómo vas urdiendo
los signos del exterminio
Francisco Marín Naritelli
Chile
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